Cuento

Buscaba amor incansablemente. En cada amistad, en las páginas de los libros, en los amores y en los amantes, en los compañeros de trabajo, en cada actividad del día. Para conseguirlo regalaba: vida, vida  enmarcada, con cinta, con papel celofán. Trozos alegres, tristes, lisonjeros, amables, graciosos, confidenciales, según donde se dirigieran.

Un día ya no quedó nadie más al que pedir, contar, regalar. Porque cada uno se miraba, igualmente, su propio ombligo. El mundo resultó  lo suficientemente inhóspito como para no poder regalar su vida. Y comprendió que él debía empezar también a regalarse, a  quererse.

La amistad, los amantes, el amor vinieron a buscarle. Y entonces, empezó a vivir realmente todas las vidas que había regalado a los demás.